El Arte de Enamorarse

domingo, 4 de octubre de 2009


El amor es la palanca que, desde los primeros tiempos de la humanidad, ha movido al mundo. El amor es el motor de cuantas acciones ejecuta el hombre. El amor impulsa a los hombres y las mujeres a toda clase de actos buenos y malos, compasivos y despreciados, a sublimaciones, a traiciones, a hechos heroicos, a ruindades perversas…

El amor, por cuanto es patrimonio solamente de la raza humana, lo es también, y por encima de todo, de la juventud. En los primeros años de la adolescencia, en plena juventud, el amor es más real, mas tangible, más romántico, menos sofisticado que en plena existencia, que en el hombre formado, que en la mujer ya conocedora del arte del amor.

Sin embargo, a este primer amor, a estas ansias de amar que impulsan a los jóvenes a manifestarse en este camino que casi de modo inevitable conduce al matrimonio y a buscar la felicidad en brazos de un miembro del sexo contrario, la juventud a veces no sabe darle forma, no sabe cómo expresar los sentimientos que se agitan en su alma, en su corazón, en su cerebro…

En esta vida todo tiene que aprenderse. Ningún músico puede componer sin antes estudiar solfeo al menos; ningún mecánico puede reparar un motor sin antes conocer al detalle todas sus piezas y la forma de utilizarlas; ningún pintor se hará famoso con la paleta sin tener al menos nociones de dibujo… Y así sucesivamente.

Esto también es verdad, y más aún que en lo demás, en el amor. Los jóvenes, lo mismo que han de aprender para luchar en la vida para abrirse camino, para triunfar, han de aprender también a saber qué es el amor… y particularmente cómo pueden y deben expresarlo.




El amor, más que cualquier otro sentimiento, es difícil de expresar. Son tantos sus matices, sus formas, sus facetas… Cada enamorado, cada amante, ama de una manera distinta. Por esto, resulta casi imposible dar consejos en el amor.

Sin embargo, sí es posible tratar de orientar a los jóvenes (y a veces también a los menos jóvenes) por la senda de este sentimiento con algunos consejos generalizados que puedan servir de guía en algunas situaciones, en algunos momentos de vacilación o incertidumbre ante el ser amado.

Y, asimismo, dar unos modelos de cartas de amor adecuados a diversos instantes, esas situaciones en que resulta preferible o más fácil expresar lo que uno siente por escrito que de palabra.

Naturalmente, a pesar de los consejos que se contienen en esta obra sobre el arte del amor, los jóvenes, al enamorarse, deben prestar siempre más atención a su propio instinto, a su pasión, a su corazón, que a cualquier otra cosa. El instinto, que guía la vida de todos los animales inferiores, es también el aliado más poderoso del hombre, particularmente en las cuestiones que atañen al corazón.

Y hecha esta salvedad obligatoria, pasamos a presentar unas breves nociones de lo que, justamente, se llama “El arte de enamorar”:

¿Como se puede llamar al corazón de una joven?

¿Cómo es posible conquistar a una chica?

¿Cómo puede hacer ésta que un muchacho se fije en ella?

¿Cómo hay que comportarse en determinadas circunstancias?

En la actualidad han sido derribados muchos tabúes y prohibiciones de otros tiempos, no tan lejanos aún, y la juventud posee una gran libertad para expresar sus sentimientos y sus pasiones. Hoy día el erotismo y la sexualidad se consideran como consecuencias ineludibles, inherentes al amor. Y nadie se horroriza ante unos hechos que están de acuerdo en todo con las necesidades del ser humano.

De esta manera, cabe considerar a la seducción como un auténtico arte (el arte de enamorar), en el que existen gran variedad de gamas y matices, de intenciones, de objetivos y cualidades, desde los más nobles a los más complejos, desde los más ingenuos a los más falsos.




A este respecto, si tenemos en cuenta que el ser humano en sí mismo es una maquinaria completa, perfecta, podemos afirmar que posee diversos medios como la mirada, la labia, el gesto y el empleo de los sentidos corporales, por ejemplo, con los que puede conquistar y atraer a una mujer y viceversa (puesto que la mujer con sus encantos femeninos tiene un acceso más fácil al arte de la seducción).

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